Literatura de la abyección

20/12/2013

Daniel Serrano. Tiraría este libro por la ventana gustosamente pero tal vez sea necesario no olvidar la abyección de la que fue cómplice hace ya tantísimo tiempo una porción de nuestra clase intelectual.

Falange y literatura se reedita en un volumen corregido y ampliado, donde no se templan gaitas y José-Carlos Mainer pone en su sitio a cada cual. Quedan apenas fogonazos de literatura verdadera y abunda basura propagandística de nauseabundo tufo fascista. Está el bello poema de Dionisio Ridruejo Umbral de la teoriamadurez (“recuerda, camarada, aquellos días que nos están envejeciendo,/ aquellos que han anticipado nuestra desalentada prudencia”) o sus versos dedicados a la campaña de Rusia, en la que participó luciendo la camisa azul que luego abandonaría. También Foxá, claro. Tienen cierta gracia las crónicas de Víctor de la Serna defendiendo el derecho de los jóvenes combatientes a cierta dosis de jarana en la retaguardia. Y poco más. Una gran parte de los textos aquí recogidos provocan una profunda repugnancia.

Rafael Sánchez Mazas (fino estilista del falangismo) escribe para ABC desde Roma en 1922): “La revolución fascista ha vencido absolutamente (…). En la plaza de Araceli, a los pies del Capitolio, donde vigilaban todavía la Loba y las Águilas, se ha apaleado, como un personaje de comedia, a algún socialista malhumorado”. Qué risa. Pero aún es peor leer a Rafael García Serrano exaltando el asesinato del contrario. “Uno se explica todo cuando dispara el primer tiro” sostiene uno de sus personajes, y luego delira explicando qué pensó cuando mató a un comunista y cómo recordó en aquel decisivo instante de ejercer el homicidio momentos clave en su formación de niño y adolescente. Y hay más. El fragmento que Mainer recupera de un (justificadamente) olvidado Luys Santa Marina es de un machismo casi insoportable: un grupo de cachorros fascistas entrando en un burdel, disparando para imponer el terror y abusando de las prostitutas. Claro que la virilidad de la que hacen propaganda muchos de estos autores falangistas, como apunta el propio Mainer, roza a veces sospechosamente lo filogay.

Estos son los hombres que ganaron la guerra y perdieron la batalla de la literatura. Pero no sólo porque pelearon en el bando políticamente equivocado sino porque, en su inmensa mayoría, eran pésimos escritores. Está bien leer Falangismo y literatura para darse cuenta de ello. Por mucho que se empeñe Andrés Trapiello, Alberti, Cernuda, Machado, Max Aub y casi cualquiera de los derrotados que tuvieron que expatriarse a causa de la victoria franquista valen infinitamente más que gran parte de estos novelistas o poetas a los que la dictadura otorgó prebendas, cátedras y privilegios sin cuento.

No, definitivamente aquí no tuvimos a ningún Louis-Ferdinand Céline y sí a locoides como Giménez-Caballero (que, no obstante, luce en ocasiones una prosa deslumbrante –véanse sus emocionantes Notas marruecas de un soldado-).

Habrá quién vea en estas asqueadas líneas que escribo prejuicio ideológico y no se trata de eso. La cuestión es que José-Carlos Mainer ejerce más de historiador que de crítico literario, no ha escogido lo más fino de la literatura falangista sino aquello que refleja con exactitud lo que hubo: abyección en cantidades exorbitantes. Escribí una vez que el olvido puede ser (en contra de la opinión establecida) justo. El tiempo ha hecho justicia con un buen número de los antologados en Falangismo y literatura. Algo es algo. Llamémosle justicia poética.

Falange y literatura. José-Carlos Mainer. RBA. 695 páginas.

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