Mundos en los que los robots están dotados de inteligencia y personalidad. Incluso de sentimientos. Avances tecnológicos que permiten prevenir los crímenes antes de que se cometan. Sociedades en las que los viajes interplanetarios pueden realizarse con la facilidad que hay ahora para coger el metro. Universos en los que los seres humanos no están solos. Planetas lejanos convertidos en hogar. Todos forman parte de futuros imaginados a lo largo de los años que han dado el salto del papel a la gran pantalla. Y a los que este fin de semana se une El juego de Ender, posiblemente una de las adaptaciones más esperadas de 2013. El film, protagonizado por Asa Butterfield, Harrison Ford y Ben Kingsley en sus papeles principales, está basada en la novela homónima de Orson Scott Card. Publicada en 1985, se alzó con los dos premios más importantes de la literatura de Ciencia Ficción: el Nébula, concedido por la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de Estados Unidos, en 1985, y el Hugo, otorgado por la Sociedad Mundial de la Ciencia Ficción, en 1986. Ambientada en un ya no tan distante año 2070, los seres humanos se encuentran al borde de la extinción a manos de una sociedad extraterrestre conocida como insectores. Para evitarlo, cada año decenas de niños son reclutados por la Flota Internacional para ser entrenados para la batalla. Entre ellos se encuentra Andrew Ender Wiggin, que con sólo 6 años de edad se convierte en la última esperanza de la humanidad.
Con este planteamiento, ya utilizado en obras anteriores, Card arma una crítica feroz a una sociedad dispuesta a poner armas en manos de los niños, una sociedad sedienta de poder y determinada a sobrevivir a cualquier coste. Es, posiblemente, una de las primeras denuncias a través de este género de la figura de los niños soldado o de las guerras preventivas, pero también comparte con clásicos del género la visión crítica sobre la pérdida de intimidad ante los avances tecnológicos y, sobre todo, por sometimiento a un “bien mayor”. Y bebe de la tradición del subgénero militarista, uno de cuyos mayores exponentes es, sin duda, Las brigadas del espacio, novela de Robert A. Heinlein publicada en 1959 y adaptada al cine por Paul Verhoeven en 1997. El Juego de Ender es, de momento, el último peldaño de una escalera que comenzó a construirse en 1902, cuando De la Tierra a la Luna, de Julio Verne, y Los primeros hombres en la Luna, de Herbert George Wells, inspiraron a Georges Méliès su famosísima Viaje a la luna, y que alcanzó uno de sus momentos en 1927, cuando los talentos de Fritz Lang y su entonces esposa, Thea von Harbou, se unieron para dar a luz a Metrópolis, considerada Memoria del Mundo por la Unesco. Un camino que lleva recorriéndose 111 años, y que ha alumbrado auténticas joyas cuyo valor no depende sólo de lo buenas adaptaciones que sean, sino que han logrado posicionarse como verdaderas obras de arte de la cinematografía.
Sin duda una de las más reconocidas es Blade Runner, dirigida por Ridley Scott y con Harrison Ford en el papel de Rick Deckard. Estrenada en 1982, se inspira libremente en el relato de Phlip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. La ambientación cyberpunk, el uso de recursos de la novela y el cine negro y, sobre todo, el reto de plantear, en lo que se ambientaba como una película de acción, distintos niveles narrativos en los que se trataban temas que iban de las implicaciones éticas de la ingeniería genética a la misma definición de qué nos hace humanos, han convertido a Blade Runner en una de las películas más importantes de todos los tiempos. Y no sólo del cine de ciencia ficción. Prueba de ello es cómo el discurso final de Rutger Hauer ha entrado por la puerta grande en la lista de las frases más famosas del cine. ¿O es que acaso hay alguien que no haya escuchado, al menos una vez en su vida, aquello de “He he visto cosas que vosotros no creeríais: Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C
brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo; como lágrimas en la lluvia… Es hora de morir”? Ambientada también en un nada agradable futuro terrestre distópico, Farenheit 451 es otro de los títulos a destacar en cualquier listado que se precie. La película, del año 1966, cuenta en su cartel con grandes nombres del cine: François Truffaut en la dirección y el guion; y Oskar Werner, Julie Christie, y Cyril Cusack en los papeles principales. La novela en la que está basada, escrita por Ray Bradbury y publicada en 1953, presenta una sociedad sometida a un gobierno tiránico que, en su intento por acabar con la libertad de pensamiento, ha llevado al extremo la prohibición de los libros. Inquietante y a un mismo tiempo esperanzadora, al dibujar cómo en cualquier situación hay seres humanos dispuestos a jugarse la vida para luchar contra las tiranías, la obra (en cualquiera de estos dos formatos) se ha convertido en un imprescindible. Pero no toda la ciencia ficción guarda un hueco para la esperanza en el ser humano. Y pocas novelas, o películas, reflejan tan bien esa desesperanza como El planeta de los simios, o la versión que Stanley Kubrick rodó de la novela de Anthony
Burgess La naranja mecánica. Y con el tema de fondo de la aparición de nuevas sociedades en las que las reglas del juego cambian destacan la novela Soy leyenda, de Richard Matheson (que a pesar de contar con cuatro adaptaciones cinematográficas jamás ha sido trasladada fielmente a la gran pantalla); Los hijos de los hombres, de P.D. James, y su adaptación, dirigida por Alfonso Cuarón y protagonizada por Clive Owen; Minority Report, con Tom Cruise y basada en un relato de Phlip K. Dick; o incluso V de Vendetta. Como decíamos al principio, avances tecnológicos y científicos, mundos por explorar y enemigos a los que batir. Pero también reflexiones sobre la violencia, el destino de la sociedad tal y como la conocemos, los dilemas entre el derecho a la intimidad y la seguridad, los autoritarismos y su resistencia, sobre la guerra como motor del cambio o como excusa para él. Todo tiene cabida en la ciencia ficción. Un género que ha estado siempre en un segundo plano, un tanto denostado y desprestigiado, y que, sin embargo es el que ofrece la mirada más cruda, fiel y crítica al mundo en el que vivimos y el futuro al que nos encaminamos.
111 años de futuros imaginados
08/11/2013
María Martín. Desde que Georges Mèliés rodara su Viaje a la luna ha pasado más de un siglo, pero aunque las inquietudes hayan cambiado, el matrimonio entre la literatura de ciencia ficción y el cine nunca ha sido más fuerte.
¿Te ha parecido interesante?
Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.