Si usted quiere seguir siendo de izquierdas y poder contarlo, no lo dude: lea a Tony Judt y recuperará autoestima, apetito y vigor sexual y se le pondrá mejor cara e, incluso, logrará contradecir a los taxistas que disertan sobre lo inexorable de la necesaria demolición del Estado del Bienestar. El llorado Tony Judt (fallecido de una enfermedad degenerativa en 2010) defendió hasta su último aliento el derecho a disentir. E insistió siempre en disentir desde una perspectiva (¡oh, cielos!) socialdemócrata.
Algo va mal es un eficacísimo antídoto contra el relato liberal que ha impuesto su matemática de tópicos disfrazados de verdades incontrovertibles. Judt cree que la lógica de la socialdemocracia todavía puede funcionar. Aún cuando haya que replantear parte de sus fórmulas.
Los textos de Judt funcionan como convincente argumentario para desmontar los presuntos axiomas que el totalitarismo ultracapitalista nos ha hecho engullir y que se han convertido en mantra para el tertulianismo a diestra y siniestra y sonsonete divagatorio en los debates de barra de bar. Y me refiero a que no sólo hay que soportar en la TDT nuestra de cada día al marisabidillo de turno impecando un «por favor, si esto lo saben hasta los niños chicos, hay que abaratar el despido y fusilar a los sindicalistas» sino que eso mismo lo oímos en boca de un parado de larga duración que liba su anís castellana a las 9.30 am mientras uno trata de calentarse el cuerpo a base de porra y cafelito.
Y ahora un poco de seriedad y escuchemos la inteligencia en marcha que es cada texto de Tony Judt.
Escribe Judt:
«Una democracia de consenso permanente no será democracia durante mucho tiempo».
«Se ha convertido en un lugar común afirmar que todos queremos lo mismo (…). Esto es simplemente falso. Los ricos no quieren lo mismo que los pobres».
«Detrás de cada cínico (o incompetente) ejecutivo banquero o inversor hay un economista que le asegura que sus actos son útiles socialmente y no deben ser sometidos al escrutinio público».
«La falla en la planificación socialista es que exige el tipo de conocimiento perfecto (tanto del presente como del futuro) al que los mortales nunca pueden aspirar. Lo mismo es cierto para los teóricos del mercado: no lo saben todo y, en consecuencia, no saben verdaderamente nada».
«Hoy es como si el siglo XX no hubiera ocurrido nunca».
Una invitación al pensamiento libre y a huir de toda consigna que se nos trate de imponer. Lo cual supone una propuesta a contracorriente en estos tiempos salvajes en los que la pereza intelectual impone su ley.
Algo va mal es una reivindicación de los postulados socialdemócratas, y puede muy bien ayudar al izquierdista perplejo de estos días a perder el pudor de declararse como tal. Y, además, créanme, Judt escribe sencillo y entretenido y su lectura provoca verdadero placer.
Y, sí, alguno dirá que Judt está suficientemente descubierto y que Algo va mal no es una novedad en sentido estricto y que ya se le ha aclamado hasta la saciedad y que yo no soy Muñoz Molina, que ya le santificó convenientemente. Bueno, nunca está de más insistir en lo óptimo, porque, además, hoy más que nunca resulta necesario mantener la fe en el progreso, la convicción de que el mundo puede ser un lugar mejor.
Algo va mal. Tony Judt. 220 páginas. Taurus.
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