¿Qué fue del siglo XX?

27/09/2013

Daniel Serrano. 2 de agosto de 1914. Franz Kafka anota en su diario: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Me voy a nadar”. El mecanismo de precisión de una carnicería a gran escala se ha puesto en marcha y Kafka se va a hacer unos largos como si tal cosa.

1913. Un año hace cien añosPero, en realidad, de la guerra (esa Gran Guerra que asolaría Europa hasta 1918) se llevaba hablando tanto tiempo en los salones, en los cafés, en las tabernas. Se había convertido en una amenaza difusa que casi ni asustaba, probable e improbable a la vez. Y de repente estaba ahí, reclamando su cuota de dolor y sangre, y Kafka, qué caramba, en vez de mostrarse preocupado, se va a la piscina. Aunque también comprendamos a Kafka, siempre más pendiente de sus sabañones que del devenir de la humanidad. Y a la vez, paradójicamente, capaz (en sus creaciones literarias) de plasmar los grandes miedos del hombre moderno, las pesadillas que aún nos atormentan.

Bien. Y un año antes de esa anotación de Kafka, 1913. La Europa austrohúngara bulle de vida y Viena es la verdadera capital de la cultura mundial, allí está Freud acariciando a su gato y Schiele, KIimt, Adolf Loos, Karl Krauss, Kokoshcka, Schönberg. Thomas Mann ha publicado Muerte en Venecia, Rilke toma el sol en Ronda y se aburre mucho, Hitler pinta acuarelas en Viena y se cruza por la calle con Stalin, que anda por allí conspirando, y también con Tito, que en esos tiempos prefiere darse a la vida crápula. Austrohúngaros todos: Musil, Weber, Oswald Spengler redactando su Decadencia de Occidente. Todo este magma genial está contenido en 1913. Un año hace cine años, brillantísimo y ameno entretenimiento ideado por el alemán Florian Illies.

Se trata de un relato fragmentario compuesto por pequeños momentos de 1913 cuyos protagonistas son las grandes figuras intelectuales del momento: Proust escribiendo Por el camino de Swan, el escandaloso estreno de La proclamación de la primavera en París, Picasso cambiando de estilo pictórico cada vez que cambia de novia, Freud y Jung lanzándose imprecaciones intelectuales, Coco Chanel en su sombrerería. Una Europa que vibra de belleza apenas un minuto antes de la catástrofe. Esa fascinante contradicción del ser humano: capaz de preparar su destrucción y al tiempo crear grandísimas obras maestras de la cultura y el arte.

Y Kafka escribiendo cartas, de modo obsesivo, a su enamorada, Felice. Kafka como un Woody Allen neurasténico que da paseos interminables por Praga. Sus misivas (inseguras e, incluso, con un punto de estupidez) nos deparan los momentos más humorísticos de este libro: «En la noche del 22 al 23 de enero, (Kafka) le pregunta a Felice Bauer en la que tal vez sea su ducentésima carta: ¿Entiendes mi letra?

Florian Illes realiza en este libro un delicioso compendio de estampas dotadas de una enorme luminosidad. Es la Europa que amamos, el sueño que se rompería en mil pedazos en 1914 y en 1939 y no tengo claro que ahora mismo no esté hecho añicos, bajo la bota austericida de Frau Merkel. Pero en aquellos días, Europa, la Europa austrohúngara de los elegantes salones y las buhardillas bohemias, asombra al mundo y Estados Unidos, de momento, aguarda su turno. Y se exploran los confines del planeta y en una de esas expediciones, la trágica travesía del capitán Scott hacia Polo Sur, el también capitán Lawrence Oates (tal y como nos cuenta Illies) pronuncia una frase memorable antes de perderse en el hielo con el fin de no ser una carga para sus camaradas: “Voy a salir, y puede que tarde un poco”. Sólo un británico puede despedirse para siempre con tal elegancia.

Todo esto nos lo va detallando Florian Illies y, en apenas 300 páginas, se resume la grandísima historia cultural de una Europa que caería triturada por la guerra y la barbarie para luego levantarse apenas un instante y volver a someterse a la autodestrucción pocos años después.  De todos modos, digamos la verdad, son muchos los que ansían la violencia purificadora de la guerra, muchos los que se aburren, como el joven Jünger, o como los gamberros del futurismo, han sido demasiados años de paz.

Y también en 1913 hay quienes están llegando y luego serán gigantes. Nace Albert Camus. Elias Canetti comienza a aprender alemán. Louis Amstrong, en las primeras horas del año, es detenido con un revolver robado. Dará con sus huesos en un correccional. El director de la institución, harto de su mala conducta, prueba suerte con un último recurso: le regala una trompeta. Así lo relata Florian Illies.

1913. Un año hace cien años es una lectura realmente gozosa. Alta cultura convertida en ameno caleidoscopio de una época en la que el siglo XX sienta sus bases y refulge el progreso intelectual. ¿Qué fue de ese siglo XX? Florian Illies nos lo cuenta.

   1913. Un año hace cien años. Florian Illies. Editorial Salamandra. 316 páginas.

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