Años 80 del pasado siglo en Mallorca, paisaje proletario de camareros, yonkis y adolescentes abismados en una soledad de paredes sucias. Pólvo cósmico es, dice su autor, “un libro de sensaciones”. Un libro cuyas negras viñetas se ubican entre la carcajada y el espanto. Te ríes y al minuto siguiente te preguntas ¿pero de qué coño me estoy riendo?
Pongamos algún ejemplo. Trazos gruesos de tinta y un hombre semienterrado y a su lado otro hombre y un texto que dice: “Aquellas noches en que mi padre salía a enterrar hombres calvos vivos”. Un hombre y una mujer. Ella pregunta: “¿Te parezco guapa?”. Él contesta: “¿En qué contexto?”. Una cara muy grande: “Siempre que hay un terremoto hay alguien que se estaba afeitando”. Es el absurdo y la desesperanza y el chiste entendido como herida abierta.
Toni Rivas tiene algo, en su dibujo y en su profundidad sombría, del mejor Chummy Chúmez o de El Roto cuando era Ops. También hay similitudes generacionales: con Juanjo Sáez o Miguel Noguera. Pero, joder, les gana a todos ellos en mal rollo. Pinta a sus compañeros de generación: Ramón (en la droga), Andrés (camarero en paro), Elisa (mujer en paro), Juan (40 años, es un señor mayor con cuatro hijos), Miguel (pinche de cocina), Marta (agencia de viajes), Laura (recepcionista en paro), Pilar (adicta al bingo), María (ahora es un hombre)… ¿Y el propio autor?: “20 años trabajando en hoteles y 5 en la tele. Ahora en el paro”.
Polvo cósmico, supongo, no resulta una lectura digerible para todos los estómagos. Pero es una obra, créanme, excepcional. Amarga e hilarante a partes iguales, con una extrañísima belleza, esa belleza oscura que paradójicamente a veces poseen los peores recuerdos. Evocación de una adolescencia amarga, de una vida jodida de verdad y, en medio de todo eso, la capacidad de cachondearse de uno mismo y de la tragedia de la existencia.
“La época en que a mi hermano le dio por Iron Maiden y las cometas” escribe Toni Nievas sobre un dibujo y hay algo que nos devuelve a ese momento absurdo que es la pubertad, ese espacio vacío que llenamos (sí) con cometas, grupos de música, jugar a las cartas, la tarde discurriendo frente a nosotros, sentados en un banco del parque escupiendo lejos.
Y enamorarse de una vecina y escribirle cartas que jamás llegarán a su destino. Y el padre camarero y alcohólico que, a veces, lee a Kafka porque se lo ha recomendado el comercial de Círculo de Lectores. Y el hermano que combina la adicción a la heroína y el culturismo. Y el hastío después del trabajo, tras lavar platos.
Toni Nievas es un genio, amigos. Hagámosle justicia. Busquen esta pieza maestra y adquiéranla. Si se atreven.
Polvo cósmico. Toni Nievas. Fonart IB.
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