El extraño caso del timbre de la Casa Blanca y otros relatos extraordinarios

07/06/2013

Daniel Serrano. Si España fuese un país verdaderamente meritocrático, Carlos de Vega no estaría pasando frío en Berlín y yo tendría una columna en un diario de tirada nacional o, como mínimo, saldría en Al rojo vivo. Pero en fin. No me hagan hablar.

Vamos a lo importante y lo importante es este magnífico libro de crónicas washingtonianas que ha escrito Carlos, camarada de los tiempos heroicos de CNN+ y actualmente presentador en la muy germana televisión Deutsche Welle.

alquilaSe alquila Casa Blanca es una espléndida colección de relatos acerca de la experiencia de ser corresponsal en la mismísima capital del Imperio. De Estados Unidos lo sabemos casi todo en la misma proporción que lo desconocemos casi todo, demasiadas veces perdidos en la maraña de tópicos que a los europeos nos gusta dibujar sobre una nación (de momento) imbatible.

Carlos de Vega nos descubre que hay vida en Washington más allá del monumento a Lincoln y también (por cierto) que existe un timbre en una de las entradas exteriores de la Casa Blanca al cual no contesta nadie. Misterio por resolver que Carlos de Vega trata de descifrar como un moderno Poirot en pantalones cortos (porque yo a Carlos, en sus ratos libres y no me pregunten por qué, me lo imagino en pantalones cortos).

Timbres misteriosos, una piscina bajo la sala de prensa de la Casa Blanca, fantasmas en el Ala Oeste, una anciana gallega vecina de Obama, los Clinton (padre, madre e hija), el cementerio de Arlington. Ingredientes para un anecdotario que va más allá de la anécdota, que nos retrata cómo funciona el poder en Washington, cómo son sus periodistas y sus políticos y, en algún momento, se desplaza un poco más allá, a ese lado oscuro que representa Guantánamo, cuya siniestra abyección resume Carlos de Vega en un par de frases: “Hay lugares a los que uno viaja con la sensación de que algún día querrá volver. Guantánamo no es uno de ellos”.

Sobre el periodismo y sus vicisitudes, hay un pasaje que me gusta especialmente. Llega Carlos de Vega a CNN y aprende que en Estados Unidos no resulta tan miserable como en España ejercer este oficio: “La primera lección de CNN fue sencilla. Ser periodista es respetable”. Aquí preferimos decir a nuestras madres que tocamos el piano en un burdel.

Se alquila Casa Blanca brilla en el gusto por el detalle revelador. Es decir, brilla en lo que tiene que brillar cualquier ejercicio de buen periodismo. Por ejemplo, Carlos de Vega relata cómo se desató una euforia pocas veces vista en Washington cuando ganó Obama y señala un detalle: la gente salió de modo espontáneo a la calle a celebrarlo. Ah, ¿pero eso no es lo habitual? Pues no parece, tal y como cuenta Carlos: “Los americanos no son muy aficionados a las manifestaciones (…). Cuando los desfiles son festivos, como el Mardi Grass de Nueva Orleans o los globos gigantes de Thanksgiving en Nueva York, las concentraciones están programadas y preparadas con un año de anticipación. Los gringos parecen germanos a la hora de improvisar o mostrar sus emociones. Nunca se me olvidará la parálisis de la policía de Washington cuando España ganó el mundial de fútbol y un grupo de amigos decidimos convertir la fuente de Dupont Circle en nuestra piscina. Las patrullas nos miraron durante horas sin saber qué hacer ante un acto que parecía vandalismo pero era de celebración”. Y, sin embargo, esa ciudad gélida para las emociones colectivas se lanzó a la calle la noche del 4 de noviembre de 2008: “Los negros se mezclaban con los blancos, los jóvenes recién llegados al barrio con los vecinos más veteranos. Cortaron el tráfico sin que a nadie le importara y empezó la que quizá fue la primera fiesta callejera improvisada de la ciudad en la que cabían todos”. La importancia histórica de ciertos acontecimientos es mejor narrarla así, a pie de calle. En el periodismo, desde luego, suele funcionar.

Con lo que llegamos a la conclusión de que Se alquila Casa Blanca es un libro de obligada lectura y mucho más siendo un amigo mío su autor. Pero al margen de esa amistad. Es que el cabrón de Carlos escribe muy bien. Una insana envidia (se lo aseguro) me perturbó página a página.

A buen seguro que el exilio germánico de Carlos de Vega nos servirá, al menos, para gozar de un futuro libro de crónicas berlinesas. Algo es algo. Por lo pronto, disfruten (se lo recomiendo) de estas excelentes narraciones del Washington que sirve como decorado para que los corresponsales de medio mundo salgan guapos en el medio minuto que los informativos suelen reservar a la información en directo desde el centro del poder mundial.

Un buen libro. De verdad.

(Lo tienen en La Central, por si quieren ir a tiro hecho).

Se alquila Casa Blanca. Carlos de Vega. Prólogo de Iñaki Gabilondo. Libros.com. 207 libros.

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