Malasaña noir

24/05/2013

Daniel Serrano. Corredera Baja de San Pablo, un bar en el Madrid posapocalíptico de la crisis financiera, demasiado para Gálvez again, ...

… a primera hora (relata Martínez Reverte) truena la loza, braman los camareros y la parroquia consume churros a toneladas: “Chicas con aire de top model salidas de un after hours que fingían, con la naturalidad de su cándida belleza, que no iban desnudas, parejas gays que demostraban inmensa ternura antes de irse a trabajar, rudos ejemplares de moteros tatuados de la cabeza a los pies, unos pocos representantes de la estética gótica, un par de moros despistados, media docena de porteros jubilados que reunían el mayor catálogo de toses de origen tabáquico, una señora que vendía lotería, dos amas de casa que se apropiaban de la tragaperras e intercambiaban inteligentes consejos sobre el juego y, por supuesto, algunos lisiados. En los bares del centro de Madrid siempre hay lisiados”. Así es la ciudad que habito, sufro y amo. Modernidad y Siglo de Oro. Hipsters y lisiados codo con codo mojando porras en el café. Con un arranque de tan hilarante costumbrismo ¿cómo resistirse a la lectura de la última peripecia de Gálvez, el Sam Spade del periodismo celtibérico?

malaintMartínez Reverte vuelve a colocar a su antihéroe en el ojo del huracán y, así, en Gálvez entre los leones hay corruptelas levantinas, chorizadas de altos vuelos, espías en danza entre Malasaña y el África negra, mafia rusa y jeques árabes.

Elementos que dan para una aventura descacharrante, divertidísima, que se disfruta de principio a fin y se lee de una sentada. ¿Puede pedirse más? Que esté bien escrita, exigirá el rigorista de turno. Pues está bien escrita. Martínez Reverte tiene el oficio de quien se ha curtido en el periodismo, los libros de investigación histórica y lo que se haya terciado, siendo como es un veterano de la tinta impresa. Y lo bien que fuma, añadiría.

Martínez Reverte se atreve, además, en esta novela a introducir a su propio hermano como personaje. Javier Martínez Reverte es aquí Javier Tessier, rutilante estrella de la literatura de viajes, cazador blanco que abre camino al protagonista para que dé el salto a un África vibrante, donde se mata y se muere y a los hipopótamos les da absolutamente igual (y las hienas, sí, se ríen).

Gálvez entre los leones resulta un entretenimiento perfecto para estos días de Armagedón, el mundo se derrumba y Gálvez se vuelve a enamorar. Y cómo me gusta la descripción/reflexión que Martínez Reverte hace sobre las redacciones periodísticas de ayer y hoy: “Unos años antes, entrar en una redacción a partir de las diez de la noche era una experiencia turbadora para una persona de orden. Desde luego, olía a tabaco. Había siempre algunos tipos que aporreaban la máquina de escribir para llegar al cierre (…). Y también siempre, algún pequeño grupo que se encerraba en una pecera para jugar una partida de póquer.(…) Y no era difícil ver a algún camarero del bar más cercano sirviendo whisky con hielo sobre la mesa del redactor jefe. (…) Ahora, una redacción es un espacio diáfano, donde la gente se aplica a realizar su trabajo, sin dar voces que molesten al compañero. (…) Es decir, son lugares civilizados. Lo que no está claro es que los periódicos sean mejores por eso”.

Ya nada es lo que era, medita Gálvez, de vuelta de todo tras tantos años de fracasar concienzudamente y, sin embargo, ni triste ni solitario ni final porque, a la vuelta de la esquina, otra aventura aguarda para que tengamos la certeza de estar vivos.

Y ahora que me acuerdo (por cierto), Gálvez fue Teddy Bautista (o a la inversa). En 1981. La película la dirigió Antonio Gonzalo. Demasiado para Gálvez, adaptación de la primera novela protagonizada por el periodista sabueso, tuvo al ex capo de la SGAE como actor principal. De mujer fatal, la guapísima Isabel Mestres, actriz que tuvo su minuto de gloria cinematográfica y televisiva en los felices 80 y luego se desvaneció en la sombra. ¿Qué habrá sido de ella? Disculpen la digresión. Me ha venido a la memoria un pase en el UHF de esta película y yo de niño riéndome mucho y Teddy Bautista de Gálvez (igual que Patxi Andión de Carvalho en Asesinato en el Comité Central). Cómo han cambiado las cosas. Para Gálvez y para todos nosotros.

Nostalgias aparte, Gálvez entre los leones es una novela de esas que dejan buen sabor de boca. Se le pone a uno buen humor después de leerla y tal cosa resulta una virtud más que considerable.

Gálvez ha vuelto. Martínez Reverte ha acertado de nuevo. África paga, cantaban Ilegales. “No éramos más que una banda armada/ buscando un sitio en cualquier parte”. Y también: “Cualquier decisión/ es un suicidio aquí”.

Pero, más allá del paisaje africano, Gálvez entre los leones es puro Malasaña noir, policíaco castizo, novela criminal de esquinas meadas, buhardillas sin ascensor, ginebra y humo. Y lisiados que desayunan junto a chicas guapísimas en un bar de la Corredera Baja de San Pablo. A primera hora de la mañana.

Gálvez entre los leones. Jorge M. Reverte. 251 páginas. RBA.

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