“Kaputt es un libro cruel” advierte Malaparte. Nieva en toda Europa y hay muerte y devastación a cada paso, la guerra hiede a fango y carne podrida y en los lagos helados sueñan los cadáveres, lloran los príncipes en sus palacios, ríe el procónsul cuando escupe tierra conquistada. Kaputt es un reportaje operístico, desaforado, sanguinolento, exquisito también, Chopin sonando a la luz de las velas y por la ventana, a lo lejos, los judíos agonizando en el gueto, estampas de Chagall atravesadas por el delirio, y Malaparte mirando a un lado y a otro, hacia las víctimas y hacia los verdugos, tal vez con idéntica fascinación. Con equívoca fascinación.
O no tanto. Lo que le sucede a Malparte es que se da cuenta demasiado tarde de que está en el bando equivocado. Camisa negra en la Marcha sobre Roma, fundador de La Conquista dello Stato, fascista de primera hora –y en seguida fascista que se declara en rebeldía contra el fascismo, encarcelado y liberado una y otra vez aunque, en el fondo, consentido como una anomalía simpática por el mismísimo Duce-, Malaparte admira el valor de los soldados soviéticos, se apiada de la humillación bajo la que viven sometidos los polacos, le horroriza la falta absoluta de compasión que pueden mostrar los alemanes. Escribe Malaparte reiteradamente que el miedo al débil es el motor de la crueldad germánica: “Lo que induce a los alemanes a los actos más fría, más metódica, más científicamente crueles es el miedo. El miedo a los oprimidos, a los indefensos, a los enfermos, el miedo a los ancianos, a las mujeres, a los niños, el miedo a los judíos”. Malaparte, en realidad, es un bon vivant, un exquisito, un esteta al que asquea el ansia de aniquilación de esos camisas pardas y jerarcas hitlerianos que cenan faisán y sirven sabrosos vinos del Rin en medio de una Europa donde no es inhabitual que haya quien se alimente de cadáveres podridos. A ambas situaciones asiste Malaparte como testigo y ambos relatos se incluyen en Kaputt.
Kaputt es una poesía trágica y contiene pasajes sublimes, imágenes fulgurantes, imborrables. Los caballos congelados en un lago muy al norte, paisaje de sangre después de la batalla, la belleza incongruente de la devastación, esculturas de hielo sobre la carne doliente de unos animales aterrorizados por la luz de las llamas. La cena palaciega en la que Hans Frank, que caminará sonriente hacia la horca después de Núremberg, seduce a su audiencia haciendo uso de una espléndida socarronería. Mozart y fusilamientos, Polonia esclava y Cracovia a los pies de Frank y Malaparte escrutando la noche a través de la ventana, reflejos en los candelabros, la exultante euforia de los conquistadores.
Volver a Kaputt. Durante años Kaputt y La piel (las dos grandes obras maestras de Malaparte) fueron éxitos de ventas en España. Todavía hasta hace poco se podían encontrar ambos títulos en los puestos de la Cuesta de Moyano, con las vistosas portadas que la editorial Reno solía publicar. Malaparte y Pearl S. Buck y Sinclair Lewis y Sven Hassel eran superventas, no se nos olvide, y luego pasa el tiempo y el olvido empuja a algunos hacia un rincón y vuelve a pasar el tiempo y hay quien decide recuperar a algunos de estos autores. Eso ha sucedido con Malaparte, de quien se edita esta nueva versión de Kaputt (la primera en español sin mutilación de la censura) y una biografía (Malaparte. Vida y leyendas. –Tusquets- de Maurizio Serra) a la que pretendo hincarle el diente en breve.
Leo a Curzio Malaparte. Bajo la lluvia, esperando el autobús, huele a las primeras flores amarillas de la primavera. Kaputt es el nuevo periodismo antes del nuevo periodismo, una colección de secuencias magistrales donde la atrocidad y la belleza se dan de la mano, montadas con un talento cinematográfico, ejecutadas con la precisión y la elegancia de un aventurero elegante que (eso sí) se autorretrata magnífico y sublime. Pero da igual. Eso es lo de menos. Kaputt es un gran libro. Un libro cruel, desde luego. Pero un gran libro. Una gran novela sobre la Europa que fuimos, sobre la crueldad incurable del ser humano, sobre nuestra extraña capacidad para sumirnos en los abismos de la infamia y alzarnos al tiempo a la cima de toda heroicidad.
Llega el autobús. Cesa la lluvia. Suena Bach y continúo con la lectura de Curzio Malaparte. El mundo es un lugar terrible y hermoso.
Kaputt. Curzio Malaparte. Galaxia Gutenberg. 531 páginas.
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