¿Existe el fútbol gay? Al parecer, no: todo el fútbol planetario es heterosexual, porque en caso contrario no se explica que el Mundial de 2022 vaya a celebrarse en Qatar, donde la homosexualidad, de hombres y mujeres, es un delito castigado con la pena de muerte. Por eso las declaraciones del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, resultan llamativas, y dan de sí tristeza. Cuando un periodista le ha preguntado qué deben hacer los aficionados gays que acudan a Qatar, para ver los partidos de las selecciones, Blatter ha respondido, con pretendido ingenio: “Yo diría que deberían abstenerse de toda actividad sexual”. En ese caso, entonces, también deberán abstenerse todos los jugadores que lo sean. ¿O vamos a pensar que entre todos los equipos nacionales, no va a haber ningún jugador gay? Todo esto es entrar en el disparate dialéctico –está claro, por sentido común, que en el fútbol habrá los mismos gays que en cualquier otra parte-, cuando la primera cuestión es preguntarse los motivos que llevan el Mundial a Qatar, un país que persigue a los homosexuales, los encarcela y mata legalmente, cuando resulta que un campeonato del mundo es un premio en sí mismo.
“En siete países, las relaciones consensuadas entre personas del mismo sexo pueden acarrear la pena de muerte. En Arabia Saudí, Irán, Mauritania, Nigeria (en los 12 estados que practican la shari’a o ley islámica), Qatar, Sudán y Yemen, los hombres pueden ser condenados a muerte por homosexualidad. En cuatro países (Arabia Saudí, Irán, Nigeria –en los estados que aplican la shari’a– y Qatar), las mujeres pueden ser condenadas a muerte por lesbianismo”. Se lee en Amor, odio y ley. Despenalizar la homosexualidad, de Amnistía Internacional. Alguien podría decir, como se hizo con China cuando se le regalaron los últimos Juegos Olímpicos como “premio” por su absoluto desprecio por los derechos humanos y las libertades individuales y públicas, que un Mundial contribuye a la apertura. Pues bien, con China ya se ha visto que esto es falso. Un premio es un premio, y económicamente, un Mundial lo es, y no va a cambiar nada. Todos los gays debieran boicotear este Mundial. Y también los heterosexuales: cualquier persona, en fin, con un sentido mínimo de la dignidad del mundo. Si se ataca y persigue cualquier libertad, los represaliados somos todos. La sexualidad es la misma, y el derecho a ejercerla sí que debería ser Mundial
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